domingo, 7 de febrero de 2016


Carlos Fuentealba: Un enorme Maestro dentro y fuera de las aulas[i].

por Pablo Frisch[ii]

Carlos Fuentealba fue un luchador y es hoy un ejemplo para muchos de quienes ejercemos la docencia en escuelas públicas a lo largo de todo el país. Proveniente de los sectores populares, supo comprender las injusticias del mundo y enseño a sus estudiantes a luchar con las ideas, con el cuerpo y sobre todo, con el ejemplo. Fue sin lugar a dudas un gran docente, de esos que hoy estamos necesitando en las aulas.  

Es contundente el legado que nos deja Fuentealba a quienes avanzamos hacia la construcción de una Pedagogía Emancipatoria para Nuestra América, que no es otra cosa que una búsqueda, un proceso, un camino hacia una sociedad más justa, más igualitaria, más equitativa, más solidaria. Es por eso que esta intervención va a estar centrada en su rol como maestro: sus inquietudes, sus reflexiones, sus modos de enseñar. Es decir, en las enseñanzas que nos dejan algunos aspectos pedagógicos y didácticos de su trabajo como docente.

Fuentealba comprendió que enseñar es, principalmente, ayudar a otros a abrir la complejidad del mundo y a desplegar sus potencialidades. Advirtió inmediatamente que ello no es de ninguna manera tarea sencilla. Sin embargo tenía cierta claridad respecto de tres cuestiones básicas para el ejercicio de la docencia: qué enseñar, para qué enseñar y cómo hacerlo. Se trata de tres preguntas centrales que generalmente no nos hacemos los docentes. Esto sucede por muchos motivos que no desarrollaré aquí. Lo importante es que él se las formulaba permanentemente y las respuestas que iba encontrando le suscitaban, como en todo proceso genuino de aprendizajes, nuevas preguntas. De modo que el maestro Fuentealba también aprendía mientras enseñaba…, y ello porque se dio cuenta de que la enseñanza es una práctica social compleja, que se encuentra atravesada por múltiples tensiones.

Así quedó registrado en las anotaciones de sus prácticas de residencia:

“Me parece importante tener en cuenta que para aprender se deben tomar las buenas y las malas experiencias, teniendo en cuenta que aprendemos en un conflicto permanente que genera contradicciones permanentes”. (Carlos Fuentealba, 2004)

En lo que sigue, se retomarán algunos aspectos pedagógico-didácticos del trabajo docente de Carlos Fuentealba a partir de los testimonios de sus compañeros y estudiantes, como así también del registro de sus prácticas de residencia

Un docente que sabía qué enseñar:

Uno de sus compañeros lo dice con claridad al comienzo del documental:

“Enseñaba física, química y dignidad”.

Otra compañera afirma en otro momento:

“Él era un tipo que tenía muy claro su rol como docente, su función docente. A él le interesaba que los pibes aprendieran. No es que sólo les contenía, les daba afecto, Él quería que los chicos… te digo más, no sólo que aprendieran, sino que les gustara aprender”.

Frente a una escuela que se presenta cada vez más disociada de la vida real y que, por tanto, abona a una progresiva enciclopedización, rutinización y burocratización del conocimiento, resulta prioritaria la tarea de transmitir el placer  inherente al aprendizaje significativo, es decir, aquél que nos ayuda a comprender mejor la realidad que habitamos. Descubrir el mundo aprehendiendo su complejidad ha de ser un desafío convocante porque el mundo está lleno de misterios. Si la escuela se encarga sistemáticamente de anular al pequeño filósofo que habita en cada niño, Fuentealba pudo y supo transmitir la pasión por el conocimiento. En tanto él mismo sentía placer al aprender, quiso compartirlo con sus estudiantes.

Sandra, su compañera, nos cuenta además que Fuentealba era un docente tanto dentro como fuera de las aulas:

Lo bello que él me enseñó, que le enseñó a sus hijas, a sus amigos y a sus familiares es que los placeres de la vida eran las pequeñas cosas: respirar el aire del lago Huechulafquen, acampar, trepar montañas y no ese mundo de consumo innecesario. No por ello dejó de pensar y decir que hay que pelear sí o sí por las cosas grandes, por las cosas justas”.

 

 

Su claridad acerca de para qué enseñar.

Fuentealba tenía claro que se debe enseñar apuntando hacia la transformación personal, haciendo foco en el despliegue de las potencialidades de las que todos somos portadores. Una estudiante nos cuenta en el documental una anécdota al respecto. Ella estaba por abandonar sus estudios y entonces:

Con mucha firmeza me dice: A ver siéntese, vamos a ver este trabajo, Usted acá no es que no puede, si usted se lo propone usted lo puede hacer. Y empezó a involucrarme él, yo sin darme cuenta, en el trabajo y en un momento me encontré con que ya lo estaba haciendo yo. Él creyó en mí yo no creía en mí. El sí lo creía y me hizo verlo. Nos empujaba y nos daba aliento de que podíamos proyectar incluso y podíamos soñar… nos permitía soñar”.

Pero también tenía claro que en un mundo profundamente marcado por las injusticias y las desigualdades, resulta prioritario enseñar con miras a la transformación social. Otra de sus estudiantes observa al respecto en el documental:

“Fue una de las cosas que más nos marcó. Nos estuvo diciendo todo el tiempo: “chicas ¿ustedes qué es lo que quieren? Miren por la ventana”. Eran todas casillas de madera, “¿Qué es lo que esperamos? ¿Queremos que esto cambie? ¿Queremos mejores condiciones para todos? Este es el lugar donde hay que comenzar. Es acá donde ustedes tienen que arrancar””.

Y entonces, la pregunta fundante: cómo enseñar.

Fuentealba comprendía perfectamente las contradicciones, tensiones y complejidades que presenta la educación en el siglo XXI y por tanto, pudo vislumbrar el enorme desafío que implica el abordaje de  buenas prácticas de la enseñanza en dicho contexto. Así quedó registrado en las anotaciones que tomó mientras desarrollaba sus prácticas de residencia:

“Mi experiencia no fue para nada fácil. En cierta manera no me favorecía el contexto escolar por cómo se planteaban las cosas, pero no me impidió intentar llevar adelante mis ideas de cómo se debería enseñar y cómo se debería tratar a los alumnos. En este sentido el acercarme a ellos y conocerlos, entenderlos y compartir sus problemas me permitió negociar de alguna manera el trabajo docente y tener una relación de confianza. Traté en todo momento de mantener un equilibrio entre lo que debería ser y lo que yo entendía se tenía que hacer, tomando el contenido como mediador entre el alumno y el docente, reformulando constantemente la propuesta sin modificar el eje central que era la lectoescritura partiendo de la elaboración de textos y de la idea de un niño creador de textos”. (Carlos Fuentealba, 2004)

Tenemos aquí a un docente lúcido que advierte el carácter situado y contextualizado de toda práctica de la enseñanza, como así también el papel central que en ese marco asume lo vincular y sobre todo, el lugar central que el conocimiento debe ocupar en toda  relación pedagógica. Se refiere también al componente dinámico que necesariamente asume la planificación cuando es encarada como una herramienta y por tanto, como una hipótesis de trabajo, lo cual se manifiesta en la necesidad de reformular permanentemente la propuesta sin modificar el eje central.

La claridad de la propuesta pedagógica de Fuentealba queda perfectamente ilustrada en el comentario que hace uno de sus compañeros en el documental, acerca de la forma en la que él evaluaba a sus estudiantes:

“Cuando al alumno no le salía una cuenta, un profesor cualquiera, les dice ahí está mal, ahí te equivocaste, corregilo. Fuentealba ¿Qué hacía? Agarraba la hoja, ponía la hoja en el banco, sentaba al chico al lado de él y le decía “vamos a ver en qué nos equivocamos. Vamos a ver por qué esta cuenta no nos dio”.

Ese enorme maestro que fue Carlos Fuentealba comprendió que evaluar no se reducía simplemente a “poner notas” para “aprobar” o “desaprobar” estudiantes. Advirtió que se trataba de un momento más de la enseñanza, en el que lo que debe evaluarse es un proceso colectivo de construcción de conocimientos que sólo es posible cuando existe un compromiso real tanto por parte del docente como del estudiante. Cuando dice  “vamos a ver en qué nos equivocamos”, está asumiendo plenamente su responsabilidad como educador y a la vez, está apelando a la voluntad y capacidad del estudiante para resolver el problema. Fuentealba enseñaba y aprendía también cuando evaluaba.

A modo de cierre.

El registro de las prácticas de residencia de Carlos Fuentealba nos deja una profunda reflexión acerca de lo que podría y debería ser la escuela:

“Otra cosa importante que pude analizar y reflexionar es que el contexto económico y social no son determinantes en la enseñanza de los niños, que pueden aprender de igual manera, niños de distintas condiciones sociales, que depende en gran medida de lo que proponga la escuela como institución y el docente”. (Carlos Fuentealba, 2004)

Sin desconocer los devastadores efectos que produce en gran parte de la ciudadanía la distribución inequitativa de capital cultural, producto de las desigualdades sociales, advirtió que la clave para revertir dichos efectos está en la propuesta pedagógica. Al tan repetido discurso que dice “con estos pibes no se puede”, el Maestro supo oponerle un justo y preciso “Por supuesto que se puede. Y depende principalmente de nosotros, los maestros”.

En síntesis: pienso hoy en el Maestro Fuentealba como un ejemplo para todos quienes creemos en el potencial transformador de la educación. Un ejemplo de lucha, un ejemplo de lo que puede y debe ser un maestro y sobre todo, un ejemplo de coherencia. Había coherencia entre lo que Fuentealba pensaba, lo que decía y lo que hacía. En eso estaba precisamente cuando se lo llevaron: allí, en esa ruta, Fuentealba dio su última clase.

Lo seguimos extrañando y sin dudas seguiremos aprendiendo de él.

Muchas gracias.

Fuentes utilizadas:




[i] Texto elaborado especialmente en ocasión de la presentación del documental “Carlos Fuentealba. Camino de un Maestro” en la Ciudad de San Juan el día viernes 10 de mayo de 2014 en el marco de las Jornadas Regionales del programa “Jóvenes y Memoria” organizadas por el Ministerio de Educación de Nación.
[ii] Lic. Prof. de Sociología (UBA). Docente de nivel medio en escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Coordinador del Departamento de Educación del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.