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domingo, 7 de febrero de 2016


Abuelas de Plaza de Mayo encontró al nieto de Delia Giovanola, una de las fundadoras de la entidad

Estela de Carlotto confirmó que se trata del hijo de Estela Maris Montesano y Jorge Oscar Ogando, militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores, secuestrados el 16 de octubre de 1976. Martín, el nieto recuperado 118, vive desde hace 15 años en el exterior y ya se comunicó por teléfono con su abuela paterna, quien reconoció que "siempre hablo mucho pero hoy no puedo". Carlotto, por su parte, destacó que "esta noticia no solo es posible por la voluntad de nuestro pueblo sino por el apoyo del Estado nacional".

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Durante la conferencia de prensa habitual en la sede de la entidad, Giovanola, una de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo y quien años atrás portaba un cartel que decía "Las Malvinas son argentinas... los desaparecidos también", sostuvo que "hoy no tengo más que palabras de agradecimiento y emoción" y reveló que su nieto le prometió llamarla por teléfono por segunda vez en el día y, ante su sorpresa, le respondió "por qué no, si sos mi abuela".

La titular de Abuelas, por su lado, relató que Martín se "realizó la extracción de sangre (...) a través del Consulado del país donde reside". "Nuestros nietos pueden estar en cualquier lugar del mundo", advirtió Carlotto, quien agregó que la restitución del nieto 118 demuestra, tal como afirmó Taty Almeida, que "en nuestro país pasan cosas buenas y que no es casulidad". Por último, celebró "que la sangre derramada no haya sido en vano".

A través de una larga serie de twitts, la organización de derechos humanos amplió detalles de los 39 años de búsqueda de Delia. En uno de ellos, Giovanola recordó a la hermana de Martín: "Cdo se fue mi nieta -quien murió en 2011- le prometí q iba a encontrar a su hermano, estoy feliz xq pude cumplir", dijo Delia.

"La búsqueda fue de 12 Abuelas q fue creciendo en número, de Abuelas y de nietos, xq los 12 nietos que buscamos llegaron a casi 500" agregó Delia, quien también contó que su nieto le había preguntado "si trabajaba en Abuelas y le dije: hace 39 años q estoy acá buscándote. En serio, me dijo".

"Siento q cumplí con mi hijo, cdo se llevaron a mí hijo hice la promesa de encontrar a mí hijo", festejó Delia.

De acuerdo con el relato de la titular de la CONADI, Claudia Carlotto, la noticia tomó por sorpresa a Martín, quien se había presentado espontáneamente el 30 de marzo pasado en la sede Abuelas, pero en cuanto se enteró pidió hablar con su abuela.

 

Carlos Fuentealba: Un enorme Maestro dentro y fuera de las aulas[i].

por Pablo Frisch[ii]

Carlos Fuentealba fue un luchador y es hoy un ejemplo para muchos de quienes ejercemos la docencia en escuelas públicas a lo largo de todo el país. Proveniente de los sectores populares, supo comprender las injusticias del mundo y enseño a sus estudiantes a luchar con las ideas, con el cuerpo y sobre todo, con el ejemplo. Fue sin lugar a dudas un gran docente, de esos que hoy estamos necesitando en las aulas.  

Es contundente el legado que nos deja Fuentealba a quienes avanzamos hacia la construcción de una Pedagogía Emancipatoria para Nuestra América, que no es otra cosa que una búsqueda, un proceso, un camino hacia una sociedad más justa, más igualitaria, más equitativa, más solidaria. Es por eso que esta intervención va a estar centrada en su rol como maestro: sus inquietudes, sus reflexiones, sus modos de enseñar. Es decir, en las enseñanzas que nos dejan algunos aspectos pedagógicos y didácticos de su trabajo como docente.

Fuentealba comprendió que enseñar es, principalmente, ayudar a otros a abrir la complejidad del mundo y a desplegar sus potencialidades. Advirtió inmediatamente que ello no es de ninguna manera tarea sencilla. Sin embargo tenía cierta claridad respecto de tres cuestiones básicas para el ejercicio de la docencia: qué enseñar, para qué enseñar y cómo hacerlo. Se trata de tres preguntas centrales que generalmente no nos hacemos los docentes. Esto sucede por muchos motivos que no desarrollaré aquí. Lo importante es que él se las formulaba permanentemente y las respuestas que iba encontrando le suscitaban, como en todo proceso genuino de aprendizajes, nuevas preguntas. De modo que el maestro Fuentealba también aprendía mientras enseñaba…, y ello porque se dio cuenta de que la enseñanza es una práctica social compleja, que se encuentra atravesada por múltiples tensiones.

Así quedó registrado en las anotaciones de sus prácticas de residencia:

“Me parece importante tener en cuenta que para aprender se deben tomar las buenas y las malas experiencias, teniendo en cuenta que aprendemos en un conflicto permanente que genera contradicciones permanentes”. (Carlos Fuentealba, 2004)

En lo que sigue, se retomarán algunos aspectos pedagógico-didácticos del trabajo docente de Carlos Fuentealba a partir de los testimonios de sus compañeros y estudiantes, como así también del registro de sus prácticas de residencia

Un docente que sabía qué enseñar:

Uno de sus compañeros lo dice con claridad al comienzo del documental:

“Enseñaba física, química y dignidad”.

Otra compañera afirma en otro momento:

“Él era un tipo que tenía muy claro su rol como docente, su función docente. A él le interesaba que los pibes aprendieran. No es que sólo les contenía, les daba afecto, Él quería que los chicos… te digo más, no sólo que aprendieran, sino que les gustara aprender”.

Frente a una escuela que se presenta cada vez más disociada de la vida real y que, por tanto, abona a una progresiva enciclopedización, rutinización y burocratización del conocimiento, resulta prioritaria la tarea de transmitir el placer  inherente al aprendizaje significativo, es decir, aquél que nos ayuda a comprender mejor la realidad que habitamos. Descubrir el mundo aprehendiendo su complejidad ha de ser un desafío convocante porque el mundo está lleno de misterios. Si la escuela se encarga sistemáticamente de anular al pequeño filósofo que habita en cada niño, Fuentealba pudo y supo transmitir la pasión por el conocimiento. En tanto él mismo sentía placer al aprender, quiso compartirlo con sus estudiantes.

Sandra, su compañera, nos cuenta además que Fuentealba era un docente tanto dentro como fuera de las aulas:

Lo bello que él me enseñó, que le enseñó a sus hijas, a sus amigos y a sus familiares es que los placeres de la vida eran las pequeñas cosas: respirar el aire del lago Huechulafquen, acampar, trepar montañas y no ese mundo de consumo innecesario. No por ello dejó de pensar y decir que hay que pelear sí o sí por las cosas grandes, por las cosas justas”.

 

 

Su claridad acerca de para qué enseñar.

Fuentealba tenía claro que se debe enseñar apuntando hacia la transformación personal, haciendo foco en el despliegue de las potencialidades de las que todos somos portadores. Una estudiante nos cuenta en el documental una anécdota al respecto. Ella estaba por abandonar sus estudios y entonces:

Con mucha firmeza me dice: A ver siéntese, vamos a ver este trabajo, Usted acá no es que no puede, si usted se lo propone usted lo puede hacer. Y empezó a involucrarme él, yo sin darme cuenta, en el trabajo y en un momento me encontré con que ya lo estaba haciendo yo. Él creyó en mí yo no creía en mí. El sí lo creía y me hizo verlo. Nos empujaba y nos daba aliento de que podíamos proyectar incluso y podíamos soñar… nos permitía soñar”.

Pero también tenía claro que en un mundo profundamente marcado por las injusticias y las desigualdades, resulta prioritario enseñar con miras a la transformación social. Otra de sus estudiantes observa al respecto en el documental:

“Fue una de las cosas que más nos marcó. Nos estuvo diciendo todo el tiempo: “chicas ¿ustedes qué es lo que quieren? Miren por la ventana”. Eran todas casillas de madera, “¿Qué es lo que esperamos? ¿Queremos que esto cambie? ¿Queremos mejores condiciones para todos? Este es el lugar donde hay que comenzar. Es acá donde ustedes tienen que arrancar””.

Y entonces, la pregunta fundante: cómo enseñar.

Fuentealba comprendía perfectamente las contradicciones, tensiones y complejidades que presenta la educación en el siglo XXI y por tanto, pudo vislumbrar el enorme desafío que implica el abordaje de  buenas prácticas de la enseñanza en dicho contexto. Así quedó registrado en las anotaciones que tomó mientras desarrollaba sus prácticas de residencia:

“Mi experiencia no fue para nada fácil. En cierta manera no me favorecía el contexto escolar por cómo se planteaban las cosas, pero no me impidió intentar llevar adelante mis ideas de cómo se debería enseñar y cómo se debería tratar a los alumnos. En este sentido el acercarme a ellos y conocerlos, entenderlos y compartir sus problemas me permitió negociar de alguna manera el trabajo docente y tener una relación de confianza. Traté en todo momento de mantener un equilibrio entre lo que debería ser y lo que yo entendía se tenía que hacer, tomando el contenido como mediador entre el alumno y el docente, reformulando constantemente la propuesta sin modificar el eje central que era la lectoescritura partiendo de la elaboración de textos y de la idea de un niño creador de textos”. (Carlos Fuentealba, 2004)

Tenemos aquí a un docente lúcido que advierte el carácter situado y contextualizado de toda práctica de la enseñanza, como así también el papel central que en ese marco asume lo vincular y sobre todo, el lugar central que el conocimiento debe ocupar en toda  relación pedagógica. Se refiere también al componente dinámico que necesariamente asume la planificación cuando es encarada como una herramienta y por tanto, como una hipótesis de trabajo, lo cual se manifiesta en la necesidad de reformular permanentemente la propuesta sin modificar el eje central.

La claridad de la propuesta pedagógica de Fuentealba queda perfectamente ilustrada en el comentario que hace uno de sus compañeros en el documental, acerca de la forma en la que él evaluaba a sus estudiantes:

“Cuando al alumno no le salía una cuenta, un profesor cualquiera, les dice ahí está mal, ahí te equivocaste, corregilo. Fuentealba ¿Qué hacía? Agarraba la hoja, ponía la hoja en el banco, sentaba al chico al lado de él y le decía “vamos a ver en qué nos equivocamos. Vamos a ver por qué esta cuenta no nos dio”.

Ese enorme maestro que fue Carlos Fuentealba comprendió que evaluar no se reducía simplemente a “poner notas” para “aprobar” o “desaprobar” estudiantes. Advirtió que se trataba de un momento más de la enseñanza, en el que lo que debe evaluarse es un proceso colectivo de construcción de conocimientos que sólo es posible cuando existe un compromiso real tanto por parte del docente como del estudiante. Cuando dice  “vamos a ver en qué nos equivocamos”, está asumiendo plenamente su responsabilidad como educador y a la vez, está apelando a la voluntad y capacidad del estudiante para resolver el problema. Fuentealba enseñaba y aprendía también cuando evaluaba.

A modo de cierre.

El registro de las prácticas de residencia de Carlos Fuentealba nos deja una profunda reflexión acerca de lo que podría y debería ser la escuela:

“Otra cosa importante que pude analizar y reflexionar es que el contexto económico y social no son determinantes en la enseñanza de los niños, que pueden aprender de igual manera, niños de distintas condiciones sociales, que depende en gran medida de lo que proponga la escuela como institución y el docente”. (Carlos Fuentealba, 2004)

Sin desconocer los devastadores efectos que produce en gran parte de la ciudadanía la distribución inequitativa de capital cultural, producto de las desigualdades sociales, advirtió que la clave para revertir dichos efectos está en la propuesta pedagógica. Al tan repetido discurso que dice “con estos pibes no se puede”, el Maestro supo oponerle un justo y preciso “Por supuesto que se puede. Y depende principalmente de nosotros, los maestros”.

En síntesis: pienso hoy en el Maestro Fuentealba como un ejemplo para todos quienes creemos en el potencial transformador de la educación. Un ejemplo de lucha, un ejemplo de lo que puede y debe ser un maestro y sobre todo, un ejemplo de coherencia. Había coherencia entre lo que Fuentealba pensaba, lo que decía y lo que hacía. En eso estaba precisamente cuando se lo llevaron: allí, en esa ruta, Fuentealba dio su última clase.

Lo seguimos extrañando y sin dudas seguiremos aprendiendo de él.

Muchas gracias.

Fuentes utilizadas:




[i] Texto elaborado especialmente en ocasión de la presentación del documental “Carlos Fuentealba. Camino de un Maestro” en la Ciudad de San Juan el día viernes 10 de mayo de 2014 en el marco de las Jornadas Regionales del programa “Jóvenes y Memoria” organizadas por el Ministerio de Educación de Nación.
[ii] Lic. Prof. de Sociología (UBA). Docente de nivel medio en escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Coordinador del Departamento de Educación del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Escuela y memoria

Una amplia encuesta a estudiantes de último año del secundario revela la importancia de la escuela en el conocimiento de la última dictadura. Hay una altísima valoración de la democracia y un importante aval al reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas.

La escuela pública, a años luz de los medios de comunicación o las redes sociales, constituye la principal fuente de conocimientos sobre la última dictadura para los jóvenes que acaban de terminar el secundario. Lejos de la fenecida teoría de los dos demonios, las víctimas del terrorismo de Estado son concebidas por quienes se formaron durante la última década como sujetos políticos que fueron secuestrados y desaparecidos por sus luchas o por sus ideas. Los datos surgen de un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires realizado junto al área de Educación y Memoria del Ministerio de Educación a partir de las respuestas de 2500 estudiantes en 37 escuelas de todo el país. Los jóvenes nacidos en 1997/98 saben poco del Juicio a las Juntas y nada sobre las leyes de impunidad de los ‘80. Más de la mitad maneja alguna información sobre los procesos reabiertos hace tres lustros y para dos de cada tres la recuperación de la soberanía sobre las Islas Malvinas debe ser prioritaria en la agenda nacional. Tienen un aceptable conocimiento del Holocausto y una altísima valoración de la democracia.

La escuela pública

La escuela pública aparece con un rol central en la transmisión de la memoria sobre el pasado reciente. En tiempos en que las redes sociales y los medios de comunicación tienen una enorme influencia sobre los jóvenes, es la educación pública la que se queda con el mérito de que manejen información sobre el terrorismo de Estado. El 68,2 por ciento respondió que fue en la escuela dónde escuchó hablar con mayor frecuencia de la última dictadura. Detrás aparecen la televisión (13,4) y la casa (11,9). Ante la pregunta sobre el primer contacto con el tema, también encabeza la escuela (56,8) aunque seguida por el hogar (29,2) y más lejos la televisión (9,1). (Ver gráfico 1)

Luchar y pensar

Dos de cada tres jóvenes (66,7 por ciento) vinculan las desapariciones con “luchas democráticas”. Si bien la pregunta sobre los motivos de las desapariciones fue abierta (y permitía más de una respuesta), los investigadores agruparon en esa categoría frases como “los que peleaban por sus derechos”, “los que marchaban”, “los que participaban en partidos políticos” o “los que protestaban”. “Los estudiantes transfieren a la generación de militantes de los setenta las preocupaciones, modos, prioridades y estilos de la militancia de las últimas dos décadas, alimentados también por escasa información concreta y particularizada en las referencias acerca de los desaparecidos y sus militancias”, destacan los autores.

En segundo lugar (43,2), casi literalmente, aparece el hecho de “pensar distinto” como causa del secuestro y la desaparición en manos del Estado. “Para ellos ‘el pensar’ es también un lugar de la acción, individual, contestataria y molesta al poder”, advierten. Más allá de la diferenciación entre “pensar” y “hacer”, es clara la distancia con “las representaciones típicas de los dos demonios” con su consecuente criminalización generalizada de las víctimas. En tercer lugar (28 por ciento) aparecen las “militancias e identidades específicas”, con respuestas como revolucionarios, montoneros, peronistas, ERP, trabajadores o dirigentes gremiales. Detrás (12,6) figuran las respuestas referidas a “víctimas inocentes”, como “estar en una agenda”. (Ver gráfico 2)

Un solo demonio

A la hora de identificar a los responsables de lo sucedido durante la dictadura (otra pregunta abierta, que permitía considerar no sólo los delitos derivados del terror estatal), prácticamente la totalidad (96,3 por ciento) de los jóvenes apuntaron a las fuerzas armadas y de seguridad. El 74 por ciento dijo directamente “los militares”. “Estaríamos asistiendo a un fin del relato clásico de los ‘dos demonios’” que deja lugar a “un relato donde predomina casi exclusivamente la responsabilidad de los militares”, advierten los autores, que proponen llamar “unidemonio” al nuevo tipo de representación.

En contrapartida con el rol central de las fuerzas armadas, las “responsabilidades civiles” aparecen desdibujadas para los estudiantes que respondieron la encuesta: sólo el 4,4 por ciento apuntó al rol de empresarios, grupos económicos, medios de comunicación o miembros de la Iglesia católica. Un 2,3 eligió opciones dentro de la categoría “guerrillero o terrorista”, términos que mencionaron sólo 5 de los 1811 jóvenes que contestaron la pregunta sobre los responsables de la dictadura. En paralelo con el espacio estelar de los militares aparece “la representación positiva de las víctimas y la quita de cualquier responsabilidad de lo ocurrido, pero al mismo tiempo la debilidad en la aparición de otros actores”, advierten los investigadores. (Ver gráfico 3)

Los juicios

Nacidos en plena impunidad durante la década menemista, los jóvenes muestran un conocimiento muy bajo sobre los hechos ocurridos en los años ‘80, con el primer esbozo de justicia frente al terrorismo de Estado. Sobre el emblemático Juicio a las Juntas que condujo la Cámara Federal porteña, un 38,1 por ciento manifestó haber escuchado “algo” del tema. Ante la pregunta sobre quién era el presidente en aquel lejano 1985, apenas un 7,2 pudo identificar a Raúl Alfonsín.

Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida que paralizaron los procesos son todavía menos conocidas: un 15 por ciento de los jóvenes manifestó haber escuchado hablar sobre las normas que garantizaron la impunidad y sólo un 2,3 demostró tener algún conocimiento concreto sobre su contenido.

Con respecto a los juicio actuales a los responsables de los delitos de lesa humanidad, el conocimiento es muy superior. Ante una pregunta cerrada que ofreció distintas opciones, casi un 60 por ciento manifestó que “algunos están condenados, otros libres y otros están siendo juzgados”, frente a un ínfimo 7,3 que piensa que “nunca fueron juzgados”. El 24,1 pudo identificar al menos un centro clandestino de detención. Sólo el 40 por ciento pudo identificar a 1976 como el año de inicio de la dictadura y sólo el 22 recordó la fecha exacta del golpe de Estado.

Malvinas, prioridad nacional

1714 sobre los 2512 jóvenes encuestados expusieron su mirada sobre las causas de la guerra de Malvinas en una pregunta abierta. Casi la mitad (47,3) señaló la usurpación por parte de Inglaterra y la legitimidad del reclamo argentino. Más desdibujados aparecen en segundo lugar los motivos vinculados a las estrategias de la dictadura para autopreservarse: un 20 por ciento respondió con frases como la “necesidad de los militares de quedarse en el poder”, de “ocultar lo que estaban haciendo” o de “hacer negociados”. El 12,3 vincula la guerra con disputas por recursos naturales (a la cabeza el petróleo, luego la riqueza pesquera y el acceso a la Antártida) y sólo un 5,1 por ciento de las respuestas hace alguna mención a términos como “colonialismo” o “imperialismo”. (Ver gráfico 4)

Sólo un 36 por ciento sabe que la guerra fue en 1982 y un 28,1 que todavía gobernaba la dictadura.

Lejos de las dudas del presidente Mauricio Macri y su temor al “fuerte déficit” que implicaría para la mentalidad PRO la recuperación de Malvinas, dos de cada tres jóvenes que acaban de terminar el secundario (65,7 por ciento) piensan que la recuperación de la soberanía sobre las islas debe ser prioritaria en la agenda nacional. Una gran mayoría (73) no contestó o no supo contestar sobre los argumentos para el reclamo, y entre quienes lo hicieron el 76,9 argumentó a partir de aspectos geográficos: “están en nuestro mar”, “están en nuestro territorio” o “en nuestra plataforma submarina”. Un 15,8 esgrimió argumentos histórico-políticos como “siempre fueron nuestras”, “fueron usurpadas”, “venían del legado del virreinato” o “peleamos la guerra para recuperarlas”. Sólo un 1,2 usó argumentos demográfico-políticos como identificar a los habitantes de Malvinas como colonos y no como originarios o hacer alguna referencia a las declaraciones de Naciones Unidas sobre la soberanía. “Si bien el tema Malvinas está muy presente, a nivel argumentativo el conocimiento de los estudiantes es muy pobre”, advierten los autores.

Holocausto

La presencia de la matanza sistemática de judíos europeos por parte del nazismo es alta: el 61,5 por ciento dijo haber escuchado hablar del tema. En preguntas más específicas el conocimiento disminuye: sólo un 17 por ciento pudo ubicar por lo menos en “la década del cuarenta” a los acontecimientos y si bien la mayoría pudo identificar a “nazis” o “alemanes” como victimarios y a “judíos” como principales víctimas, “el presente construyendo el pasado vuelve a aparecer bajo la forma de ver al nazismo o al ‘holocausto’ en términos de formas de discriminación en general e incorporar como víctimas a grupos inexistentes en ese contextos, desde ‘negros’ a ‘trans’”, advierten los autores. “Se ve claro cómo la política educativa del gobierno anterior de implementar por primera vez en la historia esta temática como curricular produciendo materiales y capacitaciones al respecto, dio frutos”, rescatan.

Democracia plena

Los jóvenes demostraron una altísima valoración de la democracia. La encuesta ofreció una serie de textos con definiciones de democracia, tanto acotadas a las libertades políticas o con miradas que incorporaron derechos sociales y económicos o nuevos derechos como los de minorías sexuales. Un 90 por ciento de los estudiantes valora positivamente la democracia, en uno y en otro sentido. Apenas un poco más abajo aparecen como parte indispensable del sistema democrático los derechos humanos y los ‘nuevos derechos’, pero junto a la valoración de la seguridad como central a la hora de definir una sociedad democrática, cuestiones “aparentemente contradictorias” que los investigadores vinculan a “la acción de los medios de comunicación”. Las miradas más xenófobas reinantes en los foros de los grandes diarios (“la democracia tiene que garantizar derechos a los nacidos en Argentina”) o las ligadas a las miradas neoliberales (“tiene que garantizar poder acumular la riqueza que pueda sin que el Estado intervenga o me saque parte en impuestos”) están prácticamente ausentes en la valoración de los jóvenes formados en las escuelas públicas durante los últimos doce años.

¿Dónde escuchaste hablar con mayor frecuencia sobre el tema?

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¿Cuáles fueron los motivos de su desaparición?

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¿Quiénes fueron los responsables de lo sucedido durante la última dictadura?

http://www.pagina12.com.ar/fotos/20160131/notas/c3.jpg

Motivos de la guerra de Malvinas

http://www.pagina12.com.ar/fotos/20160131/notas/c4.jpg